Un cuento Venezolano de espanto y brinco






Esta historia me la contaron y cómo tal la contare, no sin antes advertirles que hay que ser valiente para escucharla sin que sus pelos se ericen o su piel se torne de gallina, bueno, ahora que están advertidos continuemos con el relato.

Era la noche de San Juan, pero no era una normal, la oscuridad era impenetrable, capas de niebla tapaban  las estrellas y hasta la luna parecía haber preferido irse a otro lugar antes de ser testigo de aquella reunión que se estaba llevando a cabo, abajo en la llanura.

En torno a una tenue bola de fuego las cuales solo aparecen en el llano Venezolano se encontraban congregados los espantos propios de esas tierras y quienes por generaciones han asustado a los habitantes de este país.

Las tenebrosas entidades presentes eran: La Sayona, La siempre bañada en lágrimas Llorona, El lúgubre silbón, El inmenso Juan Machete, La solitaria Anima sola y el pequeño Duende, todos estaban reunidos en una especie de aquelarre como jamás se había visto.

 La Sayona, bellamente vestida con telas blancas, tan ligeras que la más suave brisa las hacian bailar en el aire, ocultaba su verdadero rostro tras hermosas facciones y con un aspecto tímido que la hacían parecer más un hada que una fantasma, empieza a hablar con una voz tan bajita que apenas se escucharía aun en el silencio de los cementerios.

-          Bienvenidos Espantos, amigos míos-

Dijo, alzando la voz lo más que pudo para hacerse escuchar ante la algarabía que tenían las demás entidades mientras conversaban entre ellas.
-          - estamos aquí reunidos en vista de la grave situación que nos afecta-  Expreso entre molesta y triste a la vez.

-        ya nadie cree en nuestras leyendas, nadie se acuerda de nosotros, sucede desde que el  venezolano se abrió a la modernidad e iluminó  todas sus  ciudades y pueblos, ahora sus niños celebran emocionados eso que viene del Norte, y llaman  “Jalowin” -

Ante esa declaración los demás aparecidos gritaban a viva voz, “Muerte a jalowin”, “Muerte a jalowin” , la Llorona acompañaba este grito de guerra con sus alaridos, tan fuertes que dicen despertarían a un muerto.

-          Es verdad,  uuuuuuuu ¡– dijo entre silbidos el Silbón, ¿Qué cosa, uuuuuuu,  es esa? los niños Venezolanos se disfrazan de Zombis, Frankestain y Drácula, por qué no se disfrazan de alguno de nosotros, es que acaso no somos tan malos como ellos, uuuuuuuuuu?

Alzándose de su asiento de un solo impulso, se levanta Juan Machete, y dice con su vozarrón:
-    Déjenme matar a unos cuantos paisanos para recuerden que los espantos Venezolanos también somos bien malos, no como ese Drácula que hasta medio raro parece,  con eso de andar chupándole el cuello a los hombres, ah vaina, ¿qué es esooo? - Menciono la gigantesca figura, en un tono que le hizo brotar una risita sarcástica al ánima sola que se encontraba sentada pegadita a la bola de fuego, en busca de luz,  pues extrañaba  la claridad que le proporcionaban los mortales al encenderle velas en su honor.

 A mano derecha de Juan Machete se encontraba El Duende, que comparado con el tamaño de aquel se veía más pequeño aun, y es que apenas si le llegaba a la rodilla, pero no se dejen engañar, pese a su baja estatura no para de acosar a las muchachas bonitas que se atreven a circular solas por los parajes Venezolanos.

-   - Y ni hablar de esos muertos que caminan- dijo  con resentimiento la pequeña figura, hasta series tienen en la televisión, y a nosotros ni nos mencionan.

Al oír aquello las entidades nuevamente entraron en algarabía, hablando sin dirigir sus palabras a nadie, solo La Llorona seguía bañada en lágrimas y emitiendo sus lamentos a todo gañote.

-      Orden, orden - pedía la Sayona -  por favor uno por uno, decía con su suave voz, 

¿  ¿Y que quieres? Que nos quedemos quietos esperando a desaparecer de la memoria de los venezolanos, decía el pequeño duende, mostrando unos ojos rojos, como la sangre.

-          No, claro que no, pero gritando no solucionaremos nada respondió la fantasmal mujer.

-         Bah! Es hora de tomar medidas radicales, la interrumpió el duende

-          ¿Y qué vas a hacer tú? Enano, le dijo Juan Machete mirándolo desde arriba, con desdén.

-     Tú no asustas ni a las señoritas que tanto te gusta acosar, ellas ahora solo piensan en vampiros y hombres lobos con peinados raros, yo en cambio sí doy miedo con mi tamaño portentoso y mi enorme machete.

En ese momento El Duende le clavo una mirada fiera, sus ojos se volvieron más rojos aun, su pequeño cuerpo se tensó y justo cuando se lanzaría al cuello del gigante, sintió una mano en su hombro y  una voz serena pero no carente de rigidez  la cual le dijo en idioma Alemán:

-          Beruhigen kleiner Freund    
-           
-          ¿Y este musió quién es?  ¿de donde salió este catire? - Pregunto con curiosidad El Silbón.

-          Mi nombre es Her Gottfried Knoche, conocido por los mortales como Doctor Kanoche, respondió el extraño personaje.

Era de figura estilizada, impecablemente vestido con un traje de tres piezas del siglo IXX,  gracioso bigote y barba en forma de candado, llego acompañado por dos momias, flacas y secas,  que transportaban un baúl de donde salían ruidos como de frascos golpeándose entre sí a medida que era movido por esas torpes figuras.

-          Mi querido Doctor,  pensé que no atendería mi invitación a esta asamblea- dijo la Sayona, con ese tono seductor, con el que atrajo a muchos mortales en sus buenos tiempos.

-    - Oh, cómo pudiste pensar eso mi Froilán, no puedo resistirme a tus encantos, viajaría cualquier distancia solo por verte.- Respondió muy galante, el recién llegado.

-      Ujummm! ¿Pregunte quién es este Musiu, que hace aquí? - Volvió a increpar El Silbón, pero con algo de celos al ver las muestras de afecto entre la Sayona y el Doctor.

-          Es el Doctor Kanoche, venido directamente desde Caracas, lo invite para que nos ayudara a buscar una solución al olvido en que nos tienen los humanos , dijo la Sayona.

-           y estoy seguro que sí la tiene, él es tan inteligente- dijo agarrando con sus fríos dedos el filo de la solapa del  médico y mirándolo directamente a los ojos.

-     Y no como ustedes Brutos Campesinos- Gritó Al Duende, Al Silbón y a Juan Machete quienes miraron al doctor de forma muy poco amigable, al contrario de La Llorona, que entre lágrimas no apartaba la vista del galeno, y hasta una sonrisa aparecía  de sus labios cuando este la miraba, El Ánima Sola seguía abstraída y acurrucada al lado de la bola de fuego, como si nada de lo que sucedía alrededor le importara.

-          Ja, ja, ja ¿y cómo nos puede ayudar este viejo? hace rato que nadie lo recuerda - pregunto en tono burlón el duende,  alzando la mirada al cielo para no tener que observar al doctor.

-          Mein freund, no es mi intención molestarlos con mi presencia, solo vine invitado por mi querida Froilan - expreso el Doctor Kanoche, mirando a la Sayona de forma un tanto picara, lo que molestó aún más Al Silbón., Luego,  su mirada se dirigió a La Bola de Fuego, cuyo brillo se reflejaba en las pupilas del alemán como en un espejo debido a las lágrimas las cuales empezaron a brotar de sus ojos, su rostro se tornó taciturno y cabizbajo, emitió un suspiro profundo, y dijo:

-    Mein Amigos,  lo reconozco, yo mismo soy víctima del destierro de la mente de las nuevas generaciones de Venezolanos que se han dejado conquistar por historias y leyendas que le son ajenas, y está bien,  es bueno saber de todo – dijo el médico de forma condescendiente - Pero no es aceptable que pierdan su identidad, somos parte de lo que son y parecen no darse cuenta,  la riqueza de su propio patrimonio es ignorada por la mayoría , lo peor es que lo tienen delante de sus ojos y no lo pueden ver, se embelesen con mitos de otras naciones olvidándose por completo de lo que tienen, del tesoro cultural que poseen.

Ante esta declaración, las demás espantos se quedaron en silencio, el miedo por primera vez invadió sus frías almas, si es que los espantos tienen una, al saber que la posibilidad de dejar de existir era una realidad.

-          ¡Caracha! - Grito Juan Machete  -¿y ahora que vamos a hacer?  si este musiu, estudiao y preparao, esta tan perdío como nosotros – Pregunto alzando la voz.

Nadie respondió las preguntas, todos los espantos se encontraban absortos en sus propias cavilaciones, reflexionando sobre lo que podría ser su destino.

-      ¿Qué será de mí? – pensó el duende- No, a mí no me van a olvidar, ¿será que me voy con mis primos del norte?, a los mejor hasta me cambio el nombre y me hago llamar Gnomo, pero dejar de existir no, que va yo como que agarro mis peroles y emigro.

Los demás espantos permanecían callados cada uno pensando lo que les deparaba un futuro que cada día se hacía más lejano, solo el lamento de La Llorona rompía por momentos el silencio sepulcral que había en el lugar.

-     Amigos míos calma, siempre hay una solución – increpo la Sayona- en un tono conciliador- no podemos caer en la desesperación - hablaba al grupo mientras El Silbón la miraba de  forma melancólica,  de esa forma que solo un amor no correspondido es capaz de producir en los corazones de los hombres, vivos o muertos,  ni el hecho de perder su existencia podía ser motivo de  mayor preocupación.

El Ánima Sola,  sin emitir sonido alguno se acercaba mas a La Bola de Fuego, asediada por el frío de la madrugada que hacia mella en su frágil esencia.

-       ¡Un momento, a mí no me van a olvidar carajo! - Reacciono Juan Machete - ustedes a lo mejor se entregaran fácilmente, pero yo no, decapitare a un par de arrieros y verán como todos en este país recordaran quien soy.

Grito blandiendo su machete en dirección a una de las momias del Doctor Kanoche, que por instinto se alejó del gigante, tropezando con el baúl que previamente habían traído como equipaje del galeno, cayendo torpemente sobre su compañera quien también fue a dar con sus flacas nalgas a un charco cercano, la escena produjo gracia a los espantos y rieron tan fuerte que sus carcajadas sepulcrales se escucharon en toda la llanura, ahuyentando a las criaturas de la noche, menos la pequeña Anima Sola quien se limitó a sonreír.

-     Stille, Stille, silencio – ponía orden el Doctor Kanoche hablando con su acento teutón – Debemos ponernos serios para tratar el tema que nos importa – stille, silencio.

Los espíritus poco a poco fueron silenciando su risa para volver a la realidad que les acosaba, cuando El Anima Sola se levantó y lentamente con pequeños pasos se dirigió donde estaba el baúl volteado por la caída de la momia cuando tropezó, abriéndolo, permitiendo así que se saliera su contenido, la delgada figura se agacho y tomó de entre los frascos y pócimas traídas por el doctor, un libro, lo alzo y con una muy suave voz dijo a los presentes.

-       ¿Acaso no hay libros, parecidos a estos en los que están grabadas nuestras leyendas?  – menciono mientras pasaba las paginas lentamente  con sus muy finos dedos - ¿acaso nuestras historias no están a disposición de quien lo desee con solo buscar en los libros?

Ante estas afirmaciones los presentes quedaron boquiabiertos, y es que nunca habían escuchado hablar al Ánima Sola.

-          Mein Fräulein – se dirigió el Doctor Kanoche al anima mientras sacaba un monóculo de su bolsillo, tomó el libro de manos de la fantasma, lo ojeó, reflexiono por un momento, levantó después su mirada y una sonrisa se dibujó en sus labios.

-          Mi pequeña flor de la noche – dijo dulcemente al ánima – tienes razón, como no lo vi antes, los libros son los recipientes del conocimiento, por lo tanto siempre existiremos para todo aquel que nos quiera encontrar, cada página escrita con nuestras historias será un bastión que preservara nuestras leyendas en la mente de los venezolanos.

-     No dejaremos de existir mientras hayan libros con nuestros cuentos - concluyó el galeno, quien abrazo con ternura y agradecimiento a la delgada Ánima Sola.

Al oír esta noticia de la voz del Doctor, los espectros empezaron a saltar de alegría, El Silbón no perdió la oportunidad de plantar un beso en los labios de La Sayona, la cual gustosamente se lo respondió, Juan Machete cargó al Duende quien alzaba sus pequeños brazos de forma triunfante, de los ojos de la Llorona brotaban lagrimas pero esta vez se trataban de lágrimas de alegría, La Bola de Fuego refulgía como nunca antes, hasta las inertes momias se balanceaban de un lado a otro en señal de gozo.

Así celebraron los espantos alrededor de la Bola de Fuego, daban muestras de sus respectivos “talentos” para asustar a los humanos como demostrando al mundo que se sentían más vivos que nunca aunque ¿cómo puede estar vivo un fantasma o un espiritu? Eso no importa,  lo que si era cierto que el jolgorio duró hasta que asomaron tímidamente los primeros rayos del sol, momento en que los muertos deben ocultarse para dar paso a los vivos, una niebla matutina empezó a caer sobre la llanura envolviendo a las misteriosas apariciones,  momento en que La Sayona, tomada de la mano de El Silbón se dirigió al grupo.

-          Amigos, gracias por haber venido, pero especialmente gracias a ti mi humilde ánima, lograste darnos esperanza, y no nos dejaste creer que caeríamos en el olvido.

La pequeña ánima solo sonrió con satisfacción.

-        Gracias mi querido Doctor – quien a pesar de verla ahora con El Silbón no pareció molestarse pues era lo suficientemente inteligente como para entender al corazón de una mujer aun cuando sea una fantasma.

-        Danksasung, mein Fräulein, de no ser por tu invitación y haber escuchado a la pequeña Ánima Sola, jamás hubiera pensado que había una oportunidad para nosotros – respondió el doctor dirigió una mirada de agradecimiento al ánima, hizo una reverencia y junto a sus momias empezó a ser cubierto por una espesa niebla, mientras se perdía de vista.

Juan Machete se agachó para abrazar al Duende, ambos dieron las gracias a todos, cada uno tomo de la mano a la Llorona de cuyos ojos aun brotaban lágrimas, retirándose los tres a lo profundo de la neblina, hasta que sus siluetas desaparecieron en la oscuridad.

El Anima sola, rodeo con sus brazos a La Sayona y al Silbón quienes plantaron sendos besos en sus mejillas, la tenue figura se retiró caminando hacia atrás con una ligera sonrisa dibujada en su rostro mientras la neblina la hizo desaparecer.

Quedaron finalmente la Sayona y el Silbón,  solos en la llanura, quienes tomados de la mano, mirándose fijamente, eran alumbrados levemente por La Bola de Fuego,  que poco a poco cedía su luz ante la niebla.

-          Hasta la eternidad mi… -  decía  La Sayona a su enamorado cuando este posó sus labios muertos en los de la fantasma impidiéndole terminar la frase.

 La neblina  arropó a la lúgubre pareja desapareciéndola justo cuando se escucharon los primeros cantos de los gallos, el amanecer se abrió paso y donde momentos antes las figuras más terroríficas se habían reunidos era ahora una verde sabana donde la vida iniciaba un nuevo día.

FIN



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