El viaje de una madre y su hija

 



El viejo ferrocarril rodaba pesadamente sobre las vías, el frio invernal,  adentro de esa enorme caja rodante hacia quebrar los huesos de sus famélicos ocupantes quienes vestidos con harapos y portando no más de una frazada no podían mantenerse calientes aun cuando estaban apretados unos a los otros. Entre esa masa de pellejos y huesos, una  mujer abrazaba a su pequeña hija, intentando inútilmente cubrirla del intenso frio que soplaba por una pequeña ventana. Los sonidos de la locomotora y el ruido monótono que producían las ruedas de acero en su viaje por la planicie cubierta de blanca nieve predominaba ante el silencio de los pasajeros – mami, tengo mucho frio – se escuchó decir a la muy pálida niña – mami, ¿a dónde vamos? – preguntó la pequeña, elevando su blanca carita hacia su progenitora. – Iremos a un sitio mejor, hija, ahora duérmete – respondió la mujer, con una cansada, pero melodiosa voz que contrastaba con tan hostil entorno, la niña volvió a preguntar con una agónica e imperceptible voz  – ¿Tendremos una chimenea a donde vamos, mami? - Con paciencia maternal la mujer solo pudo decir – Si hija, a donde vamos tendremos una chimenea con leñas ardientes donde calentaremos nuestras manos – la niña sonreía con sus cada vez más cerúleos labios,  mientras con sus ojitos cerrados, le pidió a su madre que le contara más – estaremos tu y yo abrazadas sentadas frente al fuego, con tazas de chocolate caliente en nuestras manos – ante estas palabras la nena solo permanecía con sus ojitos cerrados, la pobre mujer continuó con su relato – Tendremos una mesa al lado de la chimenea, con panes y tortas, podrás comer todas las que quieras – decía la mujer mientras la niña permanecía son sus ojos cerrados y su cara dirigida a su madre, quien continuaba su narración, - después de comer jugaras con tu perro por toda la casa y solo veras la nieve, pero no sentirás frio, esperaremos juntas la llegada de la primavera, entonces,  saldremos al jardín a ver las primeras flores abrirse al paso del sol, te compraré una pelota para que juegues con tus amigas – la niña permanecía con sus ojos cerrados, la madre siguió hablándole de las maravillas que se encontrarían al final de tan largo y frio viaje, mientras tanto se quitaba la frazada y la ponía sobre los hombros de su hija, quien seguía inmóvil, con sus ojitos cerrados, - iremos al rio – le contaba la madre, nos bañaremos en sus cristalinas aguas y jugaremos con las libélulas, que se posaran en tus dorados cabellos – narraba la madre mientras se quitaba la bufanda y con ella envolvía el cada vez más helado cuerpo de su niña – Iremos juntas, querida – dijo con una muy debilitada, pero amorosa voz – A cortar flores amarillas para colocarlas en tu hermosa cabellera- sin apartar la vista de la nena, quien mantenía sus ojitos cerrados, Su madre la veía con ojos llorosos, las pocas lagrimas que no se congelaban al brotar caían sobre la cara de la niña que seguía inmóvil, pegada al flaco pecho de su mamá,  la mujer entonces con una sola mano se  quitaba el único abrigo que la mantenía caliente, dejándose puesto solo un ligero vestido para cubrirse del terrible frio, un hombre que observaba el actuar de la madre, solo tomó apresuradamente el abrigo y se lo quedó para sí, la madre ignoró el cruel gesto de aquel desconocido, besó la frente de su pequeña y la abrazó con la poca fuerza que podían ejercer sus delgados brazos. El viaje continuó por un largo periodo, cuando de pronto, el tren parecía detenerse, los pasajeros empezaron a despabilarse, las enormes puertas de madera se abrieron violentamente, dejando entrar la enceguedora luz de unos faros que impedía ver a donde habían llegado, ya era de noche, los pasajeros empezaron a desembarcar siguiendo las órdenes emitidas a gritos por hombres armados, vestidos con cascos de acero y  uniformes grises como lobos, una vez todos habían bajado,  callados y cabizbajos del vagón, un soldado se asomó a su interior para asegurarse que no haya quedado nadie oculto, iluminando con su linterna los cuerpos congelados de a una mujer abrazando a una pequeña niña.

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