A la deriva

     




Hacia 25 días que el pequeño velero de nombre Júpiter se encontraba a la deriva, sus motores habían dejado de funcionar y sus velas se encontraban desgarradas, todo como consecuencia de una tormenta imprevista durante el viaje, pero ahora  los vientos eran débiles, incapaces de hacer rotar las aspas del generador de viento que proveía la energía eléctrica a la nave, los gemelos y su pequeño gatito eran los únicos tripulantes quienes no tenían forma de enviar señales de emergencia a los aviones comerciales que a veces surcaban los cielos encima de ellos, vistos desde abajo no eran más que puntos blancos seguidos de una cola blanca de vapor, era desesperante ver y escuchar esas aves de metal, las cuales volaban ajenas al sufrimiento de quienes estaban a bordo del bote el cual yacía ahora pasivo ante el inmenso océano como una ballena muerta, el monótono ruido de las pequeñas olas golpeando el casco se hacía insoportable con el transcurrir de las horas, desde el amanecer uno de los gemelos trepaba como un simio al mástil principal con la esperanza de distinguir la silueta de tierra o de algún barco, hasta ahora todo era en vano, no importaba cuanto explorara con sus ojos al mar, siempre el resultado era el mismo, nada, nada que no fuera agua, en los cuatro puntos cardinales solo se podía ver el mar, un mar hermoso, tan azul que podía confundirse con el cielo sería un espectáculo hermoso de no ser por la angustiante situación en lo que se encontraban los jóvenes quienes se atrevieron a desafiar al dios Neptuno saliendo a navegar sin la experiencia necesaria, y es que el  mar puede ser traicionero e implacable con aquellos que se atreven a surcar su superficie sin presentar el debido respeto; abajo en la cubierta su hermano pasaba horas sujetando un sedal esperando que algún pez picara y pudiera servirles de alimentos, pues ya hacían 10 días ingerir comida  y era muy poca el agua que les quedaba, el viaje no se estimó fuera largo pero todo cambió cuando esa maldita tormenta los sacó de rumbo arrojándolos a aguas desconocidas, el día estaba terminando, el astro rey estaba sumergiéndose en el horizonte con una belleza indescriptible, el gemelo sobre el mástil seguía allí, en silencio viendo al sol apagarse en el mar, al aparecer las primeras estrellas bajó a cubierta donde su hermano continuaba con el sedal en sus manos, se sentó a su lado pegando su cuerpo al de su gemelo, buscando de forma inconsciente esa seguridad que sentía con ese ser quien ha compartido desde el vientre de su madre hasta ahora, colocó  el brazo sobre sus hombros pero no recibió respuesta alguna, su hermano estaba en un limbo debido al agotamiento y la falta de alimentos, el pequeño felino salió de su improvisado escondite, maullando por el hambre y la sed se fue a colocar en sus piernas,  la oscuridad de la noche cubría todo alrededor, se levantó apartando con cuidado a su mascota, dejando a su hermano tal como lo encontró, sentado con el nylon en sus dedos, a la espera de un pez que no llegaba, extrajo un poco de aceite del motor y lo encendió con el último fósforo que les quedaba, haciendo una lámpara con una lata vacía, pasaron las horas, el frío hacia mella en su piel, tomó el último botellón de agua que apenas contenía un poco del vital líquido y lo vertió en un vaso, bebió un sorbo, al bajar el vaso vio la cara de su hermano iluminada tenuemente por el fuego, este le recriminó agresivamente esa acción, habían acordado solo beber medio vaso al día y él ya había tomado su ración, le pidió disculpas y lo convido a tomar un trago de forma que pudieran igualar las cantidades bebidas a lo que se negó, retirándose en silencio a la proa del navío donde se durmió, él, al contrario no podía conciliar el sueño, la angustiante situación se reflejaba en su mente cuando dormía haciéndole tener pesadillas, permaneció sentado con su mascota hasta el amanecer, nuevamente el sol apareció por el este, ni una nube había en el cielo para tapar sus rayos los cuales con las horas se hacían más intensos, montado en el mástil continuaba con la incesante búsqueda de una esperanza para sobrevivir, cada etapa del día era más dura que la anterior, los recipientes de agua estaban ahora vacíos, los días pasaban  debilitando más a los tres náufragos, el gemelo montado en el mástil ya no podía siquiera sostenerse sujeto a este por lo que no subía a su puesto de observación, amaneció el día cuarenta, el gemelo abrió débilmente sus ojos cuando vio a su hermano sentado de espaldas a él,  ocupado en algo que no podía distinguir pues los rayos del sol incidían directamente en su rostro, hizo un esfuerzo con su seca garganta y llamo a su mascota pero no hubo respuesta, el felino no estaba, se levantó y con pesados pasos se dirigió a su hermano, colocó su mano cerca de sus ojos de forma que pudiera distinguir lo que hacía su hermano, cuando una mancha roja en el piso del bote le hizo pensar lo que temía, el animal ya no existía solo huesos y viseras quedaban del hermoso felino, tomando fuerzas de donde no las había, se abalanzó sobre su hermano, iniciándose una pelea que a los ojos de cualquiera sería una vergüenza, dos cuerpos delgados y famélicos de revolcaban en la pequeña cubierta, el gemelo golpeaba a su hermano con la poca fuerza que le quedaba, la sangre de ambos se mezclaba con la del animal, en un momento de intensa ira el gemelo tomó la pequeña navaja, la misma utilizada por su hermano para despellejar al animal, la alzo en sus manos, apuntó la puntiaguda herramienta hacia el cuerpo de quien ahora era visto como un enemigo y no como un hermano, con los ojos llenos de la locura producida por el hambre y la sed se dispuso a … cuando un sonido retumbo en los oídos de ambos, se vieron extrañados pues hacia 40 días que no escuchaban más que el ruido del oleaje y a veces  de algunos aviones, nuevamente el sonido retumbo como las trompetas de Jericó, ambos se incorporaron y buscaron de dónde provenía tal sonido.


 A lo lejos, un capitán veía con su largavista la figura de dos hombres, barbudos y manchados de sangre, vestidos con harapos y que le hacían señas como poseídos, dio entonces órdenes de dirigir su barco hacia los náufragos quienes ahora volverían a nacer y juntos como gemelos.







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