Amor mitológico




 Apenas cruzaba el último peaje antes de entrar a la ciudad de Corinto, hacía mucho que había partido de su hogar en esta agreste isla Griega, ante sus ojos el panorama que ahora le ofrecía el Peloponeso era muy distinto al que recordaba , autos de gasolina sustituyeron a los viejos carros tirados por caballos, grandes barcos flotaban en el muelle a la espera de desembarcar sus cargamentos, pese a los cambios sentía que era su tierra, paró brevemente en el mercado, debía comprar algo para esa persona especial la cual hacía mucho no veía, recorrió una cuadra antes de decidir el obsequio apropiado, en una tienda de souvenir compró un viejo pergamino donde estaban escritos párrafos y poemas en honor al dios Apolo – si, ella lo apreciará, siempre amó la mitología-  dijo al encargado, siguió su andar cuando vio unas flores rojas como las antiguas capas de los guerreros espartanos, - deme todas estas – pidió a la vendedora con su cansada voz, agarró los capullos y emocionado siguió su camino a ese lugar que después de tantos años aun producía emociones en su duro corazón, el auto alquilado tomo un desértico camino ya era tarde y se podía ver al planeta venus en el horizonte, - La diosa del amor – pensó que tal vez era un mensaje del destino que la divinidad del olimpo lo acompañara en este momento en el cual vería a ese amor de la juventud, ese amor que no se compara con ningún otro pues es un fuego que no se puede apagar con el tiempo, 50 primaveras habían pasado desde que partió a otras latitudes en busca de un porvenir que no encontraría en su tierra natal, se fue dejando su corazón en manos de una mujer la cual esperaba ver de nuevo debido a que hacia un mes cuando se enteró de su viudez, armándose de valor tomo la decisión de volver a ella y tal vez pasar sus últimos años juntos como antes, absorto en sus pensamientos llegó a las puertas de la pequeña finca sin darse cuenta, su emoción no dejo que viera lo deteriorada que estaba la casa, en la distancia pudo ver la imagen de Anteia asomada en la ventana del segundo piso, inmóvil, parca, distinta pero no menos hermosa - tal vez no me reconoce – dijo en voz baja, atravesó el largo camino de piedras los más rápido que sus piernas le permitían, llego hasta el porche de la vivienda, bajó los regalos que traía, golpeo la aldaba en la vieja puerta, no hubo respuesta, nuevamente toco pero con más fuerza, cuando desde atrás fue sorprendido por una mujer de mediana edad.
 - que desea – preguntó con cierto recelo.
- Busco a Anteia  - respondió emocionado.
- Ella no está, ¿Quién es usted? Increpó la mujer.
- Claro que está la acabo de ver - ¡Anteiaaa! – grito viendo a la ventana que ahora no mostraba imagen alguna.

- Mi madre murió hace dos semanas – fue la respuesta de la mujer al perturbado hombre.



Comentarios

  1. ¿Quien puede llegar al ocaso de su vida y no recordar ese amor que se incrusto en el alma sin posibilidad de desaparecer con los años?, para bien o para mal todos debemos vivir con eso.

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