Un hombre infortunado
Habían
pasado las protestas, la revolución popular defenestró al rey, en
la plaza de la capital era normal ver a los niños repartiendo escarapelas
con los colores blanco y rojo los cuales caracterizaban al movimiento
insurreccional y que hoy se hacía con el poder, todo era algarabía en la
población, el señor Jacob trataba de
escapar al sentimiento de alegría presente a su alrededor, su paso era
interrumpido por grupos de jóvenes quienes ebrios de tanto beber vino
celebraban la libertad, Jacob no emitía queja alguna al contrario bajaba su
sombrero de modo que solo era visible la mitad de su rostro, una chica arrojo
sus calzoncillos desde una ventana,
tal vulgaridad agradó poco a Jacob quien siguió su camino a la estación acelerando el paso pues no deseaba llegar tarde a la estación debido a que el tren debería haber arribado al pueblo, soldados revolucionarios armados con sus
mosquetes se dirigían de frente a Jacob quien al ver al pelotón aproximarse se inclinó
hacia una mujer de avanzada edad la cual vendía flores en un pequeño puesto –
deme dos flores – dijo de forma seca y en sentido de orden, la anciana atendió
el pedido, mientras los militares pasaban detrás de Jacob sin siquiera fijarse
en él, la mujer recibió dos monedas por
sus flores, el hombre se retiró apresuradamente, al girar en la esquina
siguiente en su veloz andar chocó con un joven pregonero, las flores cayeron al suelo donde fueron
pisoteadas por los demás peatones, siguió su camino, se acercaba la estación,
las paredes estaban tapizadas de carteles con imágenes de los rostros de quienes
habían trabajado o colaborado con el régimen caído, la presencia militar era
mayor pero el peligro verdadero radicaba en los revolucionarios quienes
vestidos de paisanos pululaban en los vecindarios a la búsqueda de realistas
para hacer justicia a mano propia, eran jóvenes con sus cuerpos llenos de
testosteronas y las mentes adoctrinadas por sus jefes quienes igualaban la
libertad con la necesidad de derramar la sangre de sus enemigos, aun cuando
estos fueran de su mismo bando, la única forma de reconocerlos era por la cinta bicolor alrededor de sus brazos, Jacob sin mostrar
preocupación caminaba con seguridad hacia la imagen del tren que ya se
vislumbraba a la lejos, el silbato del coloso de acero sonó con fuerza haciendo
un llamado a los pasajeros rezagados, Jacob aceleró el paso un joven caminaba a
su izquierda, en cuyas manos portaban una barra con la cual parecía limar una pieza
de metal de irreconocible forma, Jacob lo miro de reojo pero siguió caminando
sin prestar mayor atención, dos hombres le interceptaron de frente, - papeles y
boletos- le ordenaron alzando la voz, Jacob sacó unos documentos de su bolsillo
y se los mostró a los hombres de violento aspecto, el sudor corría por su
frente, - que calor- dijo en tono amistoso a los hombres, estos no respondieron,
cuando se disponían a revisarlo fueron interrumpidos por los gritos de una
multitud, a pocos metros de distancia una mujer era arrastrada por una
muchedumbre de variopinto aspecto, la sangre salía de su nariz y boca, sus
gritos al pedir piedad no podían ser escuchados en medio de tanta buya, el grupo pasó frente a Jacob, los ojos de la mujer se sobresaltaron mas aun al ver a Jacob, dijó algo pero no se
podía escuchar más que gritos e insultos de los pobladores hacia la desdichada
fémina, los hombres frente a Jacob le devolvieron sus documentos, - es la
ministra, la historiadora del rey
que pretendía escapar dijo uno de ellos - sin preguntar nada más se retiraron
para unirse a la masa que continuaba arrastrando a la mujer a un túnel que conducía al otro lado de la
ciudad, Jacob guardó sus documentos en el bolsillo interno de su gabardina,
siguió su camino cuando un dolor intenso en su espalda lo detuvo en seco, luego
otro más, giró sobre sí mismo para ver a su atacante cuando reconoció al joven
que minutos atrás caminaba a su lado, - pensabas escapar maldito- fue la frase que
logro escuchar en medio de su agonizante sufrimiento, al momento y por tercera
vez sentía como se hundía el afilado metal en su humanidad, este cayó al suelo
sobre un charco de sangre sin emitir sonido alguno, murió rápidamente, su
cuerpo boca arriba ahora era observado por una multitud, - era de la policía
secreta- dijo uno, -no, era oficial del ejército- dijo otro muchas eran las versiones que
se escuchaban de boca de los curiosos, cuando proveniente del tren una mujer se
acercó acompañada de tres niños, uno de los cuales era un bebé de brazos, el
mayor de los infantes se coleó entre la maraña de curiosos y al ver el
cuerpo, dijo con un terrible alarido - papaaa-
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