Disparidad





El hombre abrió sus ojos, era de madrugada el día no había llegado aún, la oscuridad envolvía todo excepto a una pequeña luz proveniente de la calle que se filtraba por la rendija entre el viejo techo de zinc y la pared de ladrillos sin frisar , el tic tac del reloj sonaba en sus oídos como un martilleo continuo, la pequeña gotera del baño se hacía sentir esporádicamente – mañana la reparo – dijo para sí, ese mismo comentario lo había dicho los últimos meses , pero la gotera seguía allí, pues sonaba poco debido al escaso suministro del líquido recibido por la  humilde vivienda, los pasos de lo que parecía ser un gato sobre el tejado llamo su atención, se acostó de lado y subió su cobija hasta el cuello pero el calor del trópico rápidamente le obligo a desarroparse, aunque no lo hizo del todo, hay una necesidad en las personas de mantenerse bajo las sabanas aun cuando las altas temperaturas les agobien, debe ser una sensación de seguridad, un escudo ante los fantasmas de la noche quienes aparecen a aquellos incapaces de mantenerse en brazos de Morfeo hasta el amanecer, el hambre se despertó con él, su  estómago produjo sonidos los cuales eran fácilmente escuchados, se levantó del catre y camino hasta una tela la cual colgando del dintel dividía la pieza del resto de la casa que no era más que otro pequeño cuarto donde estaban el recibo y la cocina, tomo una taza de plástico y vertió un poco de agua de una vieja jarra con la esperanza de calmar su estómago vacío, se asomó por la estrecha ventana, mirando por un rato los demás ranchos, nada se escuchaba, nada se movía sino un grupo de insectos que revoloteaban alrededor del único poste de la calle en busca de la tenue luminosidad que salía del farol, a lo lejos los edificios de la ciudad se levantaban como una represa la cual parecía contener la miseria del barrio impidiendo que inundara las zonas “pudientes” de la ciudad.

A los lejos nada se movía.

Entre tanto otro hombre abría sus ojos, era de madrugada el día no había llegado aún, la oscuridad envolvía todo, en su cuarto se podían ver las luces rojas de los aparatos eléctricos en stand by, al fondo el rumor del aire acondicionado se escuchaba muy suavemente, la temperatura del aire que emitía era fría obligando al hombre a arroparse con una gruesa cobija, después de dar vueltas sobre sí mismo en su amplia cama, se incorporó con movimientos lentos y pesados debido al sobrepeso consecuencia de la abundante comida y la falta de actividad física, se enderezo con un quejido, - ah, mi espalda- pensó, los años sentado enfrente a un computador estaban pasándole factura a su columna vertebral, salió al pasillo de su amplia vivienda, camino hasta una hermosa cocina de diseño italiano, abrió una de las dos puertas del refrigerador,  se sirvió un vaso de leche fría, un pedazo de pastel parecía hacerle guiños con su acaramelada cubierta de crema, engullo golosamente ambos alimentos, se dirigió a la amplia ventana del moderno departamento dejando los trastes sucios en el mesón, ya lo recogería la sirvienta corrió las cortinas, levanto la mirada y a lo  lejos podía ver los cerros iluminados por miles de luces que de lejos parecían estrellas en una extención del cielo.


A los lejos nada se movía.



Comentarios

  1. La visión de los barrios que circundan la ciudad de Caracas en Venezuela me motivaron a escribir este cuento cortico.

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