Descenso al paraíso



 El joven Teniente ELY, como solía llamarlo su padre, se levantó mucho antes de sonar la alarma, cansado por la falta de sueño se dirigió a la ducha donde esperaba espabilarse con el agua fría, se miró al espejo donde se vio a sí mismo, tal vez sería la última vez que observaría su propio rostro, se afeitó la incipiente barba, luego, con un poco más de ánimo, enfundó su cuerpo en la bio - malla esta apretaba su organismo y evitaba que variaciones de las presiones del entorno pudieran afectar su organismo,  s e colocó el pesado uniforme, más bien parecía una armadura de aquellas usadas en el pasado por los caballeros medievales, revisó las uniones, debían quedar perfectas, una sola que se soltara podía limitar su capacidad de desenvolverse, y eso en combate puede ser un error que se paga con la vida, tomo su casco, sin colocárselo,  camino por el pasillo hacia los hangares, en ese momento sonó la alarma, era un sonido al que todos adentro de esa capsula gigante que era la nave Aurora anunciaba un nuevo día, aunque esta sería una jornada especial, había llegado el momento para el cual el joven oficial había entrenado desde su ingreso en la Academia de Guerra Estelar cuando apenas era un adolescente, al llamado, todos los demás soldados se levantaron presurosos, corrían por el pasillo en dirección contraria a su teniente, cuidándose de no tropezarlo, - nunca puedes tocar a un oficial – decían las tropas, sin inmutarse por la algarabía a su alrededor continuó su camino observando a cada uno de los hombres de su unidad, pensando que hoy podría ser el último día para muchos de ellos, o quizás para todos, hasta para el mismo.

Se abrió de forma automática la puerta de la zona de hangares donde naves de menor calado serían las encargadas de transportar a las unidades de infantería,  a la superficie del planeta el cual debían reclamar como suyo aun cuando se encontraba a millones de años luz de su hogar, se detuvo frente al aeronave asignada a su pelotón, el personal de la plataforma de vuelo se desplazaba frenéticamente alrededor de las metálicas aves de guerra, cargando armas, combustible y todo lo necesario para dar soporte a las tropas, miró hacia arriba y pudo apreciar a sus superiores quienes a su vez observaban con férrea mirada al desorden planificado que se desarrollaba bajo sus pies, - ojala fueran ellos los que arriesgaran el pellejo- dijo para sí mismo,  direccionó su vista a las puertas desde donde el mismo había entrado minutos antes, ahora una marea verde oliva inundaba el enorme hangar, manteniendo una columna que se extendía de extremo a extremo del lugar, luego esa masa enorme de soldados flanqueados por sus respectivos oficiales, dio media vuelta al mismo tiempo, en dirección al alto mando que los supervisaban desde la plataforma superior, golpeando con sus pesadas botas el piso metálico, produciendo un ruido ensordecedor pero breve, - los que vamos a morir os saludamos - gritaron a la vez, pero el no dijo nada, había algo dentro de sí que no le permitía saludar de esa forma, ya le costaba decirlo cuando debía hacerlo, pero ahora en medio de ese mar color olivo podía guardar silencio sin correr el riesgo de ser sancionado por ello, arriba los oficiales superiores se limitaron a alzar en alto su mano Izquierda sin pronunciar palabra alguna, solo una ligera inclinación de sus cabezas.

Al instante las tropas abordaron sus respectivas naves, tomando asiento y asegurándose fuertemente. Él joven oficial fue el último en embarcar tomando lugar al frente de sus hombres – Atención señoritas, o ganamos, o no volvemos, no quiero cargar sus apestosos traseros – a diferencia de los demás oficiales quienes se apoyaban en los sargentos el giraba sus propias ordenes, – pónganse sus cascos y sincronicen en canal 3 – les ordenó, ahora se escucharían a través de las radios instaladas en sus yelmos de combate, justo en ese momento la cabina se llenó del ruido de los motores al encenderse, afuera el hangar quedó limpio de cualquier presencia humana o material, incluso el aire había sido evacuado de modo que al abrirse al espacio no hubieran cambios de presión, las pequeñas naves salieron una por una, con diferencia de segundos entre ellas, lanzándose en una caída libre hasta el punto determinado para el desembarco, al descender se unieron con otras naves provenientes del resto de la flota que orbitaba el planeta.

Adentro de esos “ladrillos voladores" como solían llamarlas los soldados las sacudidas eran intensas, los hombres no podían moverse gracias a los arneses pero no por ello el viaje dejaba de ser menos desagradable, la aceleración cada vez era mayor, alcanzando una velocidad de 28.000 km por hora, los soldados permanecían en silencio, viéndose unos a otros, algunos trasmitían una sensación de miedo, otros oraban en voz baja, afuera por las ventanillas se podía apreciar las llamaradas producidas por el roce del viento con el casco de la nave, al ingresar a la atmósfera, era como navegar en un mar de fuego cuya temperatura rondaba los 1600 grados, doce minutos después la flotilla estaba volando sobre las nubes rumbo a su objetivo.

El vuelo era ahora más estable, pero los hombres no podían relajarse, uno de ellos, el soldado Marco se dirigió a ELY – Señor, espero que no lleguemos tarde a la fiesta – dijo en tono irónico, - Tranquilo Marco, hay tumbas para todos – le respondió el oficial sin siquiera míralo a la cara, en ese momento se encendió una luz roja en el techo de la nave, - 60 segundos para ZA, prepárense, recuerden todo lo que le enseñaron en el cuartel – dijo el teniente con voz serena, pero firme. Pronto la nave redujo la velocidad tan fuerte que quienes estaban a bordo sintieron que de no ser por sus arneses, saldrían disparados de los asientos, un intenso brillo ingresó a la cabina cuando se abrió la misma compuerta por donde habían abordado, encegueciéndoles de no ser por el cristal líquido de sus visores los cuales se oscurecieron al instante y de forma automática cuando tuvieron contacto con la luz, - Vamos monos es hora de bailar, afuera todos, vamos, vamos- grito ELY quien hasta apenas hacia unos segundos se notaba pausado, ahora trasmitía las ordenes de forma que a ninguno de sus hombres se le hubiese ocurrido contradecirlas, al tropel desembarcaron los soldados, todos a la vez, corriendo con sus armas apuntando a la nada, en tono amenazador, algunos elevaban la mirada al cielo, donde podían contemplar al resto de las naves que también estaban arribando a la zona de aterrizaje, al momento la radio se llenó de una algarabía casi inentendible, - corran, corran al sector B- ordeno ELY, - estén atentos a su alrededor señoritas, no quiero bajas hoy- decía mientras corría al frente del pelotón. Recorrieron unos 600 metros hasta ponerse a resguardo de unas piedras enormes, capaces de ofrecerles protección ante un enemigo que hasta el momento no habían visto.




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