La llave
Apenas había despuntado el alba cuando la joven, a toda prisa, salió corriendo de la casa, sin mirar atrás se desplazaba a la máxima velocidad que sus delgadas piernas podían permitirle, el pueblo aun dormía, uno que otro vecino se asomaba por la ventana con una taza de café y se sorprendía al ver a la chica, correr por esas estrechas calles, un pequeño perro corrió en persecución de la joven, sin embargo a los pocos metros desistió de su empeño, aún la acción del can no pareció inmutar a la corredora, quien solo podía concentrarse en su trayecto, el sol había mostrado ya su reluciente circunferencia veraniega, hacía calor, el rostro de la adolescente se llenó de sudor, el cual se confundía con las lágrimas brotadas de sus ojos, con puños cerrados trataba de limpiar su rostro para poder ver. Su vestido sucio y barato se veía desgarrado en uno de los tirantes, la rajada y ligera falda era empujada hacia atrás por la brisa, como jalada por una mano invisible, la cola de caballo que recogía su extensa melena, se mecía de un lado al otro, larga la carrera que la niña había emprendido desde aquella casa, sin embargo pese a su aparente fragilidad, su cuerpo se mostró muy resistente, así que no paró de correr hasta llegar a la estación de tren, donde el enorme coloso de acero se encontraba a punto de partir, los penachos de vapor eran cada vez más intensos y sonora la llamada de su silbato, un hombre vestido de negro hacia ademanes a los pasajeros rezagados, la chica fue la última en abordar, balanceándose por el movimiento del tren que iniciaba su marcha, se sujetaba de los asientos mientras caminada por el pasillo buscando un asiento vacío. Pudo ver un lugar disponible ubicado al final del vagón, al lado de una anciana de aspecto amable, quien arrimando sus piernas le abrió espacio para que ocupara el asiento de la ventana, la chica jadeante y sudada por el esfuerzo sintió por primera vez que podía relajarse, una de sus manos cerrada en un pequeño puño parecía sujetar algo con mucha fuerza, la mujer entrada en años, al ver a la jovencita tan tensa le buscó conversación, la chica solo pudo esbozar una breve sonrisa, dirigió su mirada al paisaje que parecía moverse por el avance del tren, la chica miró su mano derecha, tratando de relajarse la muchacha abrió poco a poco su puño dejando ver una llave, la observó con interés, la señora sentada a su lado le preguntó por ella, en un nuevo intento por relacionarse con su extraña compañera de viaje, la chica no respondió. El tren siguió su viaje alejándose mientras lejos quedaba una casa, en la que había un sótano, ahora cerrado con llave y en la oscuridad de ese subterráneo cuarto yacía el cuerpo de un hombre con los pantalones abajo y la cabeza reventada por un golpe.
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