La muerte de la Muerte

 




Un día La Muerte murió, si, por paradójico que pueda parecer la muerte había dejado de existir, el mundo era ahora un lugar de vida eterna, a partir de ese momento los humanos al hacerse viejos así permanecían, no morían, los bebes crecían, los adultos envejecían, sin embargo nadie moría, los enfermos se mantenían enfermos, los destrozados en accidentes así quedaban, nadie podía morir, pero si sufrir. Parecía que el cielo y el infierno habían cerrado sus puertas a la humanidad, al comienzo de todo,  las personas celebraban el hecho de tener garantizado el milagro de la vida eterna, los creyentes anunciaban a viva voz que las profecías se habían cumplido, todas las religiones agradecían a sus dioses por contar con el milagro de la vida eterna, los ateos y hombres de ciencia buscaban explicaciones científicas ¿por qué los animales y las plantas si pueden morir, mientras que el hombre ya no? Aun aquellas personas cuyos cuerpos habían sido mutilados o quemados en violentas peleas o accidentes permanecían vivos, para la mayoría no importaban las respuestas o las causas, solo el hecho de que se viviría para siempre bastaba para ser feliz y agradecer al cielo. Pasaron solo unos pocos años y el planeta era azotado por guerras interminables entre naciones que ahora tendrían prácticamente disponibilidad casi ilimitada de soldados para luchar. Las poblaciones de ancianos se incrementaban sin parar, los recursos naturales y materiales en muchos lugares eran insuficientes, los hospitales se llenaron de enfermos y heridos incurables, gente que sufría sin que el consuelo de la muerte calmara su dolor, muchos ancianos eran arrojados a las calles porque ya no había como alimentar sus viejos estómagos, tampoco de hambre se podía morir. El tiempo transcurría, millones de almas envejecidas vagaban por las agobiantes ciudades superpobladas. Mases de personas quienes sufrían de terribles dolores oraban por conseguir la muerte, está ahora se había convertido en una religión, el hombre le rezaba buscando ser escuchados, pidiéndole que sus agotados cuerpos dejaran de existir, miles de charlatanes recorrían las sucias calles vendiendo pócimas las cuales ofrecían una muerte placida. La vida en La Tierra ya no era tolerable, los demonios del hambre, la enfermedad y la violencia seguían bailando sobre la ahora eterna, pero débil humanidad.  La muerte seguía sin aparecer, algunos pretendían invocarla con horribles intentos de sacrificios, pues las victimas solo quedaban heridas y sufriendo terribles dolores. Algunos gobiernos eran dirigidos a sangre y fuego por sádicos ancianos, podridos por su larga permanencia en el poder, gobernantes que  construyeron y llenaron enormes prisiones ante la imposibilidad de deshacerse de sus opositores a la vieja usanza, la democracia había desaparecido como un día desapareció la calavera con la hoz. Las drogas proliferaron,  su consumo fue adoptado por millones como una forma de escape a la dantesca realidad que representaba la vejez eterna, aun cuando muchos se hicieron adictos desde jóvenes. Los gobiernos promovían su producción y venta tras bastidores, como un método de control social, así millones de personas pasarían sus días en la somnolencia narcótica aligerando el gasto en asuntos sociales. Ante lo inútil que era el abortar, el mundo legalizó la esterilización  (no siempre voluntaria)  como forma de frenar el cada vez mayor número de nacimientos, estos fueron reservados a las elites, Los hospitales se convirtieron en depósitos de cuerpos sufrientes, los cementerios eran ahora ocupados por viejos sin hogar que ocupaban tumbas como viviendas- Las sedes de los laboratorios ahora no buscaban fármacos para alargar la vida, sino para conseguir la muerte. Millones de dólares eran invertidos en una carrera para lograr tener la cura contra la vida. El hombre eterno, desesperado,  envidiaba a los muertos y es que la inexistencia del óbito era parte de la vida, la cual, ahora era incompleta y vacía.

Comentarios

  1. Esta descripción de una sociedad en la cual la muerte no existía fue inspirada en el cuento últimas Noticias de Teófilo Huerta (1987) y la novela titulada Las Intermitencias de la muerte (2005) de José Saramago. Sin pretensiones de ser copia, ni extensión de las mencionadas obras.

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