El Amante de la luna


 

La oscuridad lo envolvía todo alrededor, lo único visible eran los vestigios de tenues rayos de luz que se filtraban por las gritas y agujeros de la vieja puerta de madera que tenía por  delante, un rugido furioso como un trueno se hacía escuchar desde afuera, la ansiedad de no saber que estaba pasando le angustiaba más, él solo quería volver a su hogar, no debía estar allí, envuelto en una atmosfera tan hostil, pasaron los minutos, su respiración se entrecortaba con el pasar del tiempo y su fuerte corazón latía con tal rapidez que parecía escapar de su pecho, el rugido proveniente del exterior de la lúgubre cámara en la que se encontraba se hacía cada vez más intenso, aumentando su confusión, de pronto, la puerta delante de él se abrió de par en par, encegueciendo sus ojos ya acostumbrados a la penumbra, avanzó en una carrera, tal vez estaba siendo dejado en libertad, no lo sabía, no había seguridad en lo que estaba pasando, su mente actuaba extraño, el hambre y los golpes sufridos en las horas previas a ese momento lo habían debilitado, sus músculos pedían descansar, sin embargo no quería rendirse, la libertad era lo único que deseaba y lucharía por obtenerla, tal vez lo lograría, siempre existe una posibilidad, movió su corpulento cuerpo como si fuese una locomotora, su respiración se hizo corta, pero intensa, el vaho salía expelido de sus fosas nasales y boca, corrió, a esa luz que le cegaba, no podía tener miedo, debía salir de esa oscuridad donde había pasado tanto tiempo, el rugido afuera se hizo tan sonoro que no le permitía ni escuchar sus propios pasos, la luz se hizo más amable con sus ojos y pudo distinguir frente a si a un hombre, delgado, débil, para él no sería obstáculo aplastarlo, aun así se detuvo, quería mirar a ese contrincante que se le interponía en su camino, él no había hecho nada, ¿por qué se le quería encerrar? ¿Por qué se le colocaba en un juego mortal y que no entendía? No había tiempo para hacerse preguntas, ni tampoco para buscar respuestas, solo habría abrirse paso en busca de la libertad que le habían escamoteado hacia un tiempo, aceleró su carrera esperando que el hombre se apartara, y así lo hizo, en un rápido movimiento el hombre se movió hacia un lado, parecía tener el camino libre, cuando sintió de pronto un fuerte dolor en su espalda, la terrible sensación le hizo detenerse, no podía ver su herida, pero sintió el calor de su sangre deslizarse por la piel, las el ruido de miles de voces que escuchaba se hizo tan intenso que casi sentía reventar sus oídos, giró para ver a su atacante de nuevo, la saliva espesa y blanca salía de entre sus labios, hacia horas que no le habían permitido beber nada, hasta el agua se le había negado. La delgada figura, se movía graciosamente instándole a defenderse, así lo hizo, con fuerza se abalanzó sobre ese autonombrado enemigo, este le movía algo delante de sus ojos que lo confundían, le hacían perder los ataques que atestaba con toda su fuerza, él solo quería defenderse, era grande y tal vez poco inteligente, pero no era violento, nunca lo había querido ser, solo podía defenderse de esos hombres que lo sacaron de su hogar para golpearlo, quitarle el agua y la comida. Atacó en reiteradas oportunidades a ese delgado alfeñique, que burlonamente bailaba mientras él cada vez más débil por la pérdida de sangre y el esfuerzo aplicado perdía velocidad, nuevamente en medio de otra embestida sintió otra puñalada en su espalda, su adversario se afincaba con esa parte de su ser, esta vez el acero penetró más profundo en sus músculos, haciendo que la sangre brotara a borbotones, el rojo y espeso liquido mojaba la amarilla arena que yacía debajo, el ruido, ese ruido que no cesaba lo hacía enloquecer, un poco de agua, quería beber, la sequedad de su boca le dolía, no quería luchar, no tenía porque hacerlo, no obstante el hombre de débil figura seguía haciendo reverencias, se inclinada ante él, no por respeto, sino con aires de superioridad. Tenía que ser fuerte su hogar le esperaba o al menos ese recuerdo le daba las fuerzas para seguir soportando esa tortura a la cual estaba siendo sometido, no sabía cuánto tiempo había pasado, eso no le importaba, nunca le importó que día, hora o momento era, solo sabía del sol y de su amor  la luna llena con quien tenía una cita cada cierto tiempo cuando ella aparecía en las negras noches del campo y él se sentaba en lo alto de una verde colina para verla y admirar su blanco rostro, absorto en ese recuerdo se distrajo por unos segundos cuando fue devuelto a la realidad al sentir una bofetada de parte del hombre mientras hacía ademanes desafiándolo, quiso defenderse, pero el dolor de los puñales en su espalda le hacían moverse muy lentamente, quería rendirse, no podía más, cerro sus ojos, para abrirlos inmediatamente, avanzó con las últimas fuerzas que le quedaban en su corazón, sus músculos ya no le respondían, a medida que recorría los metros que le separaban del hombre, cerró nuevamente sus ojos y pensó en las noches pasadas con su  luna llena, mientras él yacía acostado en la verde colina, su pensamiento fue interrumpido por el frio acero de un estoque que prácticamente le quebró el espinazo, cayo de lado sobre la arena, ya no escuchaba el ruido que le ensordecía, ya no sentía mucho dolor, pero si frio, cada respiración era más difícil, su corazón latía cada vez más lentamente, sentía en su boca la sangre salada que abandonaba su cuerpo, estando de lado, herido de muerte pudo ver el cielo, y allí entre unos hilos de nube logró distinguir la cara de la luna, adiós para siempre, esa imagen sería la última vez que vería a su más grande amor.

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