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Crisálida en la arena

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La brisa acariciaba su rostro tostado por el sol, esta era tibia, fresca, él cerraba sus ojos para sentir cómo el calor de su piel, quemada por el sol, bajaba con el contacto de este soplido de vida que le llegaba. El espejismo que había visto horas antes ya había pasado, al menos eso creía, pues a lo lejos vio el brillo de un relámpago; una nube negra se estaba formando en el cielo. El ruido que produjo empezó como un susurro, pero segundos después fue tan intenso que la tierra tembló. El hombre dirigió sus pasos hacia esa nube en formación, esperanzado de que pronto la lluvia podría calmar su sed. En el cielo, el sol, amarillo y redondo como un girasol, luchaba contra la nube para no perder su dominio en el firmamento del mediodía. Los sonidos del viento en su andar por el desierto se hacían una melodía para los oídos del hombre, pues sentía que pronto la lluvia mojaría su cuerpo quemado por tantos días expuesto al sol desde que lo habían arrojado a esa desértica costa desde su veler...

El Amante de la luna

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  La oscuridad lo envolvía todo alrededor, lo único visible eran los vestigios de tenues rayos de luz que se filtraban por las gritas y agujeros de la vieja puerta de madera que tenía por   delante, un rugido furioso como un trueno se hacía escuchar desde afuera, la ansiedad de no saber que estaba pasando le angustiaba más, él solo quería volver a su hogar, no debía estar allí, envuelto en una atmosfera tan hostil, pasaron los minutos, su respiración se entrecortaba con el pasar del tiempo y su fuerte corazón latía con tal rapidez que parecía escapar de su pecho, el rugido proveniente del exterior de la lúgubre cámara en la que se encontraba se hacía cada vez más intenso, aumentando su confusión, de pronto, la puerta delante de él se abrió de par en par, encegueciendo sus ojos ya acostumbrados a la penumbra, avanzó en una carrera, tal vez estaba siendo dejado en libertad, no lo sabía, no había seguridad en lo que estaba pasando, su mente actuaba extraño, el hambre y los golpes...

La llave

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  Apenas había despuntado el alba cuando la   joven, a toda prisa, salió corriendo de la casa, sin mirar atrás se desplazaba a la máxima velocidad que sus delgadas piernas podían permitirle, el pueblo aun dormía, uno que otro vecino se asomaba por la ventana con una taza de café y se sorprendía al ver a la chica, correr por esas estrechas calles, un pequeño perro corrió en persecución de la joven, sin embargo a los pocos metros desistió de su empeño, aún la acción del can no pareció inmutar a la corredora, quien solo podía concentrarse en su trayecto, el sol había mostrado ya su reluciente circunferencia veraniega, hacía calor, el rostro de la adolescente se llenó de sudor, el cual se confundía con las lágrimas brotadas de sus ojos, con   puños cerrados trataba de limpiar su rostro para poder ver. Su vestido sucio y barato se veía desgarrado en uno de los tirantes, la rajada y ligera falda era empujada hacia atrás por la brisa,   como jalada por una mano invisib...

El viaje de una madre y su hija

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  El viejo ferrocarril rodaba pesadamente sobre las vías, el frio invernal,   adentro de esa enorme caja rodante hacia quebrar los huesos de sus famélicos ocupantes quienes vestidos con harapos y portando no más de una frazada no podían mantenerse calientes aun cuando estaban apretados unos a los otros. Entre esa masa de pellejos y huesos, una   mujer abrazaba a su pequeña hija, intentando inútilmente cubrirla del intenso frio que soplaba por una pequeña ventana. Los sonidos de la locomotora y el ruido monótono que producían las ruedas de acero en su viaje por la planicie cubierta de blanca nieve predominaba ante el silencio de los pasajeros – mami, tengo mucho frio – se escuchó decir a la muy pálida niña – mami, ¿a dónde vamos? – preguntó la pequeña, elevando su blanca carita hacia su progenitora. – Iremos a un sitio mejor, hija, ahora duérmete – respondió la mujer, con una cansada, pero melodiosa voz que contrastaba con tan hostil entorno, la niña volvió a preguntar con...

La muerte de la Muerte

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  U n día La Muerte murió, si, por paradójico que pueda parecer la muerte había dejado de existir, el mundo era ahora un lugar de vida eterna, a partir de ese momento los humanos al hacerse viejos así permanecían, no morían, los bebes crecían, los adultos envejecían, sin embargo nadie moría, los enfermos se mantenían enfermos, los destrozados en accidentes así quedaban, nadie podía morir, pero si sufrir. Parecía que el cielo y el infierno habían cerrado sus puertas a la humanidad, al comienzo de todo,   las personas celebraban el hecho de tener garantizado el milagro de la vida eterna, los creyentes anunciaban a viva voz que las profecías se habían cumplido, todas las religiones agradecían a sus dioses por contar con el milagro de la vida eterna, los ateos y hombres de ciencia buscaban explicaciones científicas ¿por qué los animales y las plantas si pueden morir, mientras que el hombre ya no? Aun aquellas personas cuyos cuerpos habían sido mutilados o quemados en violentas pel...

La boda que no fue

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  El novio arribó   a la iglesia, con pasos lentos y taciturno ocupó su lugar frente al altar junto al párroco,   debajo, sentados en los bancos de madera,   los invitados esperaban a la novia quien pronto debería llegar para concretar la tan esperada boda, con su vestido blanco recorrería el pasillo hasta donde se encontraba su amado. Se esperaba que entraría   por la puerta de la casa de dios, en cualquier momento, sin embargo, ya hacía tiempo que debería haber llegado, los invitados murmuraban entre sí, algunos hombres ojeaban sus relojes para saber cuánto llevaban esperando, las damas eran, por el contrario mas condescendientes, es normal que una novia se haga esperar, decían las engalanadas féminas, afuera el cielo se tornó gris, las nubes negras amenazaban con descargar una fuerte lluvia. Las agujas de los relojes continuaban marcando los minutos, los familiares más cercanos a la esperada prometida, empezaron a sacar sus teléfonos para llamarla, los intent...

Una pelota arrogante

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La pelota yacía en el patio de la casa, el sol había caído en el horizonte, la noche había llegado. Entre tanto el esférico objeto miraba al cielo cuando la primera estrella hacia su aparición en el oscuro firmamento, la pelota vio suspendida la lucecita y se río con desdén, pues se creía más grande que ella – No entiendo- dijo con arrogancia – como pueden los humanos ver con tanta fascinación a algo tan pequeño – he visto luciérnagas que emiten más luz – pensaba para sí misma.                       El árbol de mango que con su gran tamaño veía  la pelota desde el otro lado del muro, le dijo en tono conciliador – las cosas no siempre son como creemos, pequeña. Todo depende de la perspectiva del observador – sus ramas se movieron cuando trató de ver al cielo - las cosas son como las vemos – insistió la pelota – mira esa estrella y mira aquella otra (los astros nocturnos empezab...