Crisálida en la arena

La brisa acariciaba su rostro tostado por el sol, esta era tibia, fresca, él cerraba sus ojos para sentir cómo el calor de su piel, quemada por el sol, bajaba con el contacto de este soplido de vida que le llegaba. El espejismo que había visto horas antes ya había pasado, al menos eso creía, pues a lo lejos vio el brillo de un relámpago; una nube negra se estaba formando en el cielo. El ruido que produjo empezó como un susurro, pero segundos después fue tan intenso que la tierra tembló. El hombre dirigió sus pasos hacia esa nube en formación, esperanzado de que pronto la lluvia podría calmar su sed. En el cielo, el sol, amarillo y redondo como un girasol, luchaba contra la nube para no perder su dominio en el firmamento del mediodía. Los sonidos del viento en su andar por el desierto se hacían una melodía para los oídos del hombre, pues sentía que pronto la lluvia mojaría su cuerpo quemado por tantos días expuesto al sol desde que lo habían arrojado a esa desértica costa desde su veler...